Por Cesar Robles Ascurra (*)
Hace más de dos décadas, en la casita humilde pero a la vez digna de mi querido padre, allá en lo que es el barrio de San Juan de Bellavista, en Chosica, el joven Eladio Robles, obrero de la fábrica de calzado “Bata”, recordaba con nostalgia los años idos de su infancia en las alturas de Cerro de Pasco al ritmo de la canción “muchacho provinciano” del recordado Lorenzo Palacios Villanueva, el popular “Chacalón”.
Pero fue la música de Los Shapis la que atrapó los sentidos y el corazón de mi padre y de una buena parte de la juventud de su tiempo. Ese famoso grupo que integraron Julio Simeón, mejor conocido como Chapulín el Dulce, y Jaime Moreyra, allá por la década de los 80s.
Temas como Somos Estudiantes, El Aguajal, Borrachito Borrachón, Ladrón de Amor, La Novia, Corazón Andino, Tengo Que Mentir, Ambulante Soy, Mi Tallercito, Marujita, entre otros éxitos, marcaron la vida de toda una generación de inmigrantes llegados a la capital no sólo con su fuerza de trabajo, sino también con sus costumbres, sus tradiciones y su música.
En un principio, considerado marginal, expresión de las zonas populares y de las barriadas de la periferia de la capital, la música tropical andina o también conocida como “chicha”, fue el género que estigmatizaron y encasillaron como expresión del “lumpen” o de la “cholada” limeña.
Sin embargo, ya a principios de los 90s, grupos como Agua Marina, Armonía 10, y antes Rossy War, fueron quienes irrumpieron y derribaron las ya delgadas líneas divisorias entre los sectores populares y las clases medias y aristocráticas de Lima.
Hubo pues, una mezcla cultural a través de la música, y principalmente en estos años con orquestas como El Grupo 5, Los Caribeños, Los Hermanos Yaipen, entre otros, quienes le impusieron el ritmo y el estilo norteño, y dieron forma a lo que hoy es la cumbia moderna, aquella que es seguida, bailada y cantada, no sólo en las zonas populares, sino también en balnearios exclusivos de Lima, como Asia, o en algunas discotecas de Barranco o Miraflores.
Pero lo que ha acabado por encandilar al auditorio, a las discotecas y a las “carpas” de todo Lima, es esa onda retro que de la mano del grupo Bareto se está abriendo pasó a punta de tocadas y de mezclas musicales. Liderados por Joaquín Mariátegui, esta banda se ha dado a la difícil tarea de rescatar la originalidad de la música amazónica, así como de la tropical andina, popular y universalmente conocida como “chicha”, la del popular “Chacalón”, de “Chapulín el Dulce” y de Juaneco y su Combo.
Luego de escucharlos y verlos, uno no puede más que inquietarse e interrogarse ¿acaso no es la música uno de los componentes o factores que pueden generar identidad en un país tan carente de coincidencias y de expresiones culturales comunes?
Sin embargo, lo que queda claro es que algo está sucediendo en el Perú para que jóvenes clasemedieros de barrios como Miraflores, Barranco o San Borja se atrevan a incursionar en el género “chicha” que inmortalizaron Los Shapis, o Chacalón y La Nueva Crema.
La mezcla musical del rock, el ska, y el jazz, con lo mejor del género tropical andino hacen que no sólo las barreras y los prejuicios sociales desaparezcan, sino que se encuentren generaciones tan disímiles pero a la vez tan comunes en la búsqueda de una identidad.
(*) Periodista
Cuántos de nosotros no crecimos contagiados por las canciones de Los Shapis que tanto bailaron y cantaron nuestros padres. Aqui un acustico de Bareto para el recuerdo y alegría de todos.
Hace más de dos décadas, en la casita humilde pero a la vez digna de mi querido padre, allá en lo que es el barrio de San Juan de Bellavista, en Chosica, el joven Eladio Robles, obrero de la fábrica de calzado “Bata”, recordaba con nostalgia los años idos de su infancia en las alturas de Cerro de Pasco al ritmo de la canción “muchacho provinciano” del recordado Lorenzo Palacios Villanueva, el popular “Chacalón”.
Pero fue la música de Los Shapis la que atrapó los sentidos y el corazón de mi padre y de una buena parte de la juventud de su tiempo. Ese famoso grupo que integraron Julio Simeón, mejor conocido como Chapulín el Dulce, y Jaime Moreyra, allá por la década de los 80s.
Temas como Somos Estudiantes, El Aguajal, Borrachito Borrachón, Ladrón de Amor, La Novia, Corazón Andino, Tengo Que Mentir, Ambulante Soy, Mi Tallercito, Marujita, entre otros éxitos, marcaron la vida de toda una generación de inmigrantes llegados a la capital no sólo con su fuerza de trabajo, sino también con sus costumbres, sus tradiciones y su música.
En un principio, considerado marginal, expresión de las zonas populares y de las barriadas de la periferia de la capital, la música tropical andina o también conocida como “chicha”, fue el género que estigmatizaron y encasillaron como expresión del “lumpen” o de la “cholada” limeña.
Sin embargo, ya a principios de los 90s, grupos como Agua Marina, Armonía 10, y antes Rossy War, fueron quienes irrumpieron y derribaron las ya delgadas líneas divisorias entre los sectores populares y las clases medias y aristocráticas de Lima.
Hubo pues, una mezcla cultural a través de la música, y principalmente en estos años con orquestas como El Grupo 5, Los Caribeños, Los Hermanos Yaipen, entre otros, quienes le impusieron el ritmo y el estilo norteño, y dieron forma a lo que hoy es la cumbia moderna, aquella que es seguida, bailada y cantada, no sólo en las zonas populares, sino también en balnearios exclusivos de Lima, como Asia, o en algunas discotecas de Barranco o Miraflores.
Pero lo que ha acabado por encandilar al auditorio, a las discotecas y a las “carpas” de todo Lima, es esa onda retro que de la mano del grupo Bareto se está abriendo pasó a punta de tocadas y de mezclas musicales. Liderados por Joaquín Mariátegui, esta banda se ha dado a la difícil tarea de rescatar la originalidad de la música amazónica, así como de la tropical andina, popular y universalmente conocida como “chicha”, la del popular “Chacalón”, de “Chapulín el Dulce” y de Juaneco y su Combo.
Luego de escucharlos y verlos, uno no puede más que inquietarse e interrogarse ¿acaso no es la música uno de los componentes o factores que pueden generar identidad en un país tan carente de coincidencias y de expresiones culturales comunes?
Sin embargo, lo que queda claro es que algo está sucediendo en el Perú para que jóvenes clasemedieros de barrios como Miraflores, Barranco o San Borja se atrevan a incursionar en el género “chicha” que inmortalizaron Los Shapis, o Chacalón y La Nueva Crema.
La mezcla musical del rock, el ska, y el jazz, con lo mejor del género tropical andino hacen que no sólo las barreras y los prejuicios sociales desaparezcan, sino que se encuentren generaciones tan disímiles pero a la vez tan comunes en la búsqueda de una identidad.
(*) Periodista
Cuántos de nosotros no crecimos contagiados por las canciones de Los Shapis que tanto bailaron y cantaron nuestros padres. Aqui un acustico de Bareto para el recuerdo y alegría de todos.
Cuando canta "Chacalón" bajan los cerros decía la gente cuando eramos chicos. "Muchacho provinciano" fue una canción que marcó a muchas generaciones.
1 comentario:
Saludos y felicitaciones por este excelente trabajo César, tu comentario es atinado, sin embargo en esta pléyade de grupos tropicales andinos que migraron a la capital es pertinente reconocer a "Génesis" de Josué Jurado, una formidable agrupación jaujina que influyeron notablemente en la música tropical creando el "Estilo G" vigente hasta hoy.
Wilfredo Loja Oropeza (Tarma)
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