Por César Robles Ascurra (*)
Son sucesivos y constantes los errores que la izquierda viene cometiendo en tan corto lapso de tiempo en su objetivo de articular un espacio y participar del proceso electoral municipal y regional del próximo año, primera escaramuza política que será sólo la antesala para el debate y la confrontación que representará el 2011.
Abatida por la derrota electoral pasada, la izquierda, entendida esta a los partidos como Patria Roja, el PC Unidad, o el Partido Socialista, no termina de reencontrase consiga misma, deambula sin brújula, anda atrapada en los vericuetos de la coyuntura, completamente inerme, casi desahuciada y buscando cobijarse al amparo de unas botas militares, o de una sotana clerical. ¡Por Dios!
Y es que, después de Barrantes, lamentablemente la izquierda ha carecido de un liderazgo, de una alternativa programática y de una visión de país que tenga, como se decía en el pasado, “sello de clase”, personalidad propia.
Acostumbrada a “colgarse” de alguna figura política, la izquierda ha ido perdiendo personalidad, mística y visión. Y es tan grave el drama, que en la actualidad, el imaginario de la gente identifica un liderazgo de izquierda en Ollanta Humala o el cura Marco Arana.
Mirko Lauer ha definido esta práctica como de “entrismo”, que no es otra cosa que montarse sobre una figura política para ver si se consigue “alguito” de la torta electoral. Una realidad que hasta hace unas semanas era práctica común en toda la izquierda peruana.
Pero la realidad es más dura que eso, incluso, pues tanto Ollanta Humala como el cura Marco Arana acaban de descartar cualquier alianza o pacto con la izquierda. Según Carlos Monge, vocero del aranismo, una alianza con Patria Roja, el PC Unidad o el Partido Socialista no suma, sino resta. Más claro no puede estar.
Huérfana de cobijo, la izquierda se apura ahora a tratar de hacer lo que desde un primer momento debió de haber hecho, cual era formar y afianzar un espacio propio que incorpore a los diversos colectivos y movimientos con quienes mantiene una afinidad programática, una misma visión compartida de los problemas nacionales, que no renuncien a sus ideas y sus postulados, y sobre todo, que forje en ese proceso a sus propios cuadros y liderazgos. Ese es el reto mayor.
¿Cuánto tiempo se ha perdido en conversaciones estériles que en la práctica hipotecaron nuestra propia posibilidad de construcción política? ¿Cuánta merma en la confianza de nuestros dirigentes ocasionan estos desplantes públicos? ¿Cuánto es el daño que se causa a la posibilidad que en el 2011 seamos una alternativa de cambio para el país?
En todo caso, lo rescatable de todo es que tenemos que agradecer que estos desaires, estas desavenencias y deslealtades de Ollanta Humala y del cura Arana, se realicen ahora, cuando aún es tiempo de rectificar y enmendar rumbos.
En ese sentido, es positivo el llamamiento que ha hecho Patria Roja a los partidos de izquierda para discutir un proyecto de país, una estrategia electoral y sentar las bases de la unidad, que trascenderá, desde luego, lo meramente electoral.
Aprendimos en el “Coquito” de la política, que la unidad se impone y que ésta tiene su base en la fuerza organizada y movilizada de una militancia que confía en su dirección. Por estas razones, no defraudemos, una vez más, a nuestro pueblo, a nuestros militantes y a la Patria.
(*) Periodista
Una de las canciones más emblemáticas de Chile de la resistencia. La Muralla de Quilapayun para todos nuestros cibernautas
1 comentario:
De acuerdo contigo. Me parece muy adecuado el llamamiento a la discusión. Antes de cualquier cubileteo, se requiere tener cierta claridad acerca del proyecto. Creo que el delineamiento de un plan conjunto no es demasiado difícil, pues ya reina un consenso con respecto al trabajo en los marcos de un anticapitalismo gradualista. Creo que también hay en nuestras filas una básica desconfianza con respecto a todo estatismo a ultranza que pueda ahogar importantes márgenes productivos.
Ahora bien, como filólogo, le presto mucha atención a la materia de un texto. Y mira: tu artículo acaba con la palabra "Patria".
Allí no hay una casualidad. La palabra final es un ingreso novedoso. Me refiero sencillamente al hecho de que, para la izquierda clásica lo nacional es un camuflaje
detrás del cual se ocultan los intereses de la clase dominate. Hoy, sin embargo, la burguesía ve la nacionalidad como un estorbo para sus planes de expansión. He ahí una bandera que podemos recoger.
Este es sólo un rubro en un conjunto de nuevas posibilidades que el radicalismo de izquierda puede incorporar. Incluso con ventajas. Nadie podría penetrar en una serie de espacios -políticos, socioeconómicos, simbólicos, estéticos- con la concreción propositiva y la vehemencia emocional de un radical más o menos diligente.
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