La Educación en la República
Por César Robles Ascurra (*)
En la etapa republicana, han sido escasos y limitados los intentos por hacer de la Educación el pilar fundamental del desarrollo del país.
A los aportes aurorales de los Libertadores, como la creación, de la Escuela Normal de Preceptores, mediante Decreto Supremo promulgado por San Martín; y el impulso que le diera Bolívar a la educación mediante el método lancasteriano, lo que sigue en el devenir es la perdida del horizonte en nuestra construcción como República.
Pocas son las excepciones. Así, en el Gobierno del mariscal Castilla, en reconocimiento a la labor docente, se promulga el primer Estatuto Magisterial, en el que se señala que: “La enseñanza pública es la profesión creadora de todas las demás.” Éste es, quizás, el punto de partida para lo que se considerará más tarde como el inicio de la Carrera Pública Magisterial.
Ya en el siglo XX, en el Gobierno de José Pardo y Barreda se da una atención preferente a la Educación, y según Hérbert Morote, en su libro Pero… ¿tiene el Perú salvación?: “Se pone dinero allí donde antes habían sólo promesas: así, el Presupuesto para Educación, en 1907, representó el 15.44% de todo el Presupuesto Nacional.”
Para esto se crea un Fondo Educativo proveniente de ingresos fiscales, rentas departamentales y del impuesto especial aplicado a las bebidas alcohólicas, conocido como “mojonazgo”.
Esta “primavera” educativa, a la que Jorge Basadre la llamó “un hermoso capítulo en la historia republicana”, consideró también la obligatoriedad de la educación, lo cual se constituyó en la base para la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer en el Perú.
Luego, en el Gobierno de Manuel A. Odría se construyen las Grandes Unidades Escolares (GUE) y se empieza con la educación de los niños especiales, y de lo que hoy se conoce como la Educación Inicial, de 4 a 6 años.
Odría también construye la Ciudad Universitaria de La Cantuta, inaugurada el 6 de Julio de 1953, nombrándose al Maestro Wálter Peñaloza Ramella como primer Director de la hasta entonces Escuela Normal Central.
Al igual que el presidente Pardo y Barreda, Odría crea un Fondo para la Educación, que provenía del impuesto a las carreras de caballos y espectáculos públicos.
Además, como lo recuerda Morote, tuvo en el general Juan Mendoza Rodríguez, maestro de vocación, y Director del Colegio Militar Leoncio Prado, a uno de sus más entusiastas colaboradores como ministro de Educación.
En el Gobierno de Velasco se avanzó, según León Trahtemberg, en “el esfuerzo de diagnóstico, reflexión y diseño más serio del siglo.” Sin embargo, esto tampoco ayudó a superar los graves problemas de la Educación en el país.
Las décadas posteriores han conocido de las pobres y limitadas acciones que han desarrollado los distintos Gobiernos de turno por la Educación. Una práctica lamentable que no es sino menosprecio y deshonra al trabajo digno de los Maestros y Maestras de nuestra patria.
(*) Periodista
Por César Robles Ascurra (*)
En la etapa republicana, han sido escasos y limitados los intentos por hacer de la Educación el pilar fundamental del desarrollo del país.
A los aportes aurorales de los Libertadores, como la creación, de la Escuela Normal de Preceptores, mediante Decreto Supremo promulgado por San Martín; y el impulso que le diera Bolívar a la educación mediante el método lancasteriano, lo que sigue en el devenir es la perdida del horizonte en nuestra construcción como República.
Pocas son las excepciones. Así, en el Gobierno del mariscal Castilla, en reconocimiento a la labor docente, se promulga el primer Estatuto Magisterial, en el que se señala que: “La enseñanza pública es la profesión creadora de todas las demás.” Éste es, quizás, el punto de partida para lo que se considerará más tarde como el inicio de la Carrera Pública Magisterial.
Ya en el siglo XX, en el Gobierno de José Pardo y Barreda se da una atención preferente a la Educación, y según Hérbert Morote, en su libro Pero… ¿tiene el Perú salvación?: “Se pone dinero allí donde antes habían sólo promesas: así, el Presupuesto para Educación, en 1907, representó el 15.44% de todo el Presupuesto Nacional.”
Para esto se crea un Fondo Educativo proveniente de ingresos fiscales, rentas departamentales y del impuesto especial aplicado a las bebidas alcohólicas, conocido como “mojonazgo”.
Esta “primavera” educativa, a la que Jorge Basadre la llamó “un hermoso capítulo en la historia republicana”, consideró también la obligatoriedad de la educación, lo cual se constituyó en la base para la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer en el Perú.
Luego, en el Gobierno de Manuel A. Odría se construyen las Grandes Unidades Escolares (GUE) y se empieza con la educación de los niños especiales, y de lo que hoy se conoce como la Educación Inicial, de 4 a 6 años.
Odría también construye la Ciudad Universitaria de La Cantuta, inaugurada el 6 de Julio de 1953, nombrándose al Maestro Wálter Peñaloza Ramella como primer Director de la hasta entonces Escuela Normal Central.
Al igual que el presidente Pardo y Barreda, Odría crea un Fondo para la Educación, que provenía del impuesto a las carreras de caballos y espectáculos públicos.
Además, como lo recuerda Morote, tuvo en el general Juan Mendoza Rodríguez, maestro de vocación, y Director del Colegio Militar Leoncio Prado, a uno de sus más entusiastas colaboradores como ministro de Educación.
En el Gobierno de Velasco se avanzó, según León Trahtemberg, en “el esfuerzo de diagnóstico, reflexión y diseño más serio del siglo.” Sin embargo, esto tampoco ayudó a superar los graves problemas de la Educación en el país.
Las décadas posteriores han conocido de las pobres y limitadas acciones que han desarrollado los distintos Gobiernos de turno por la Educación. Una práctica lamentable que no es sino menosprecio y deshonra al trabajo digno de los Maestros y Maestras de nuestra patria.
(*) Periodista
En la vida existen momentos difíciles y agradables, sin embargo, esto no nos puede desligar de la busqueda de la felicidad, esa felicidad que no es otra cosa que una actitud ante la vida. Está canción de Alex Pires y Caetano Veloso, va dirigida justamente a todos aquellos que pretenden y buscan la felicidad, y en particular a Bet, una hermosa y jovial amiga.