Por César Robles (*)
Para nadie es un secreto que parte de la historia política de la izquierda en la última década ha estado caracterizada por una serie de derrotas políticas y electorales, las mismas que de una u otra manera han mellado en la voluntad y en la moral de la militancia de izquierda, y de quienes sin serlo, afirman y propugnan un nuevo proyecto político para el país.
De una u otra forma, las diversas dirigencias de izquierda han tratado de encubrir su derrota y su responsabilidad política “doblando la hoja” y sin siquiera hacer una autocrítica sincera que determine las causales del fracaso de la izquierda en los últimos años y que sirva ésta como un instrumento de sanción a los responsables de determinados procesos políticos.
Esto último es importante asumirlo y entenderlo en su real dimensión, porque se refiere al sentido ético y de responsabilidad política de los dirigentes de izquierda en relación a un colectivo, a un proyecto histórico para el país. Si existiera ese sentido ético y de responsabilidad en la política de izquierda, los líderes de estas organizaciones, que vienen con un amplio bagaje de derrotas acumuladas, ya hubieran dado un paso al costado y hubieran asumido nuevas responsabilidades en ese proyecto común, cual es el de luchar por la transformación de nuestra sociedad.
Lamentablemente en la izquierda y en general en la política nacional, no existe ni ha existido ese tipo de prácticas, tan común en otras sociedades. Lo importante en este caso es que empecemos por asumir la responsabilidad de nuestros actos políticos y las consecuencias que de ella derivan.
Si no entendemos esto, a la postre estaremos no sólo acumulando nuevas derrotas políticas y electorales, sino que estaremos acuñando en la militancia una cultura derrotista, una falta de visión por el poder y caeríamos en la formalidad de juntar diversas siglas de partidos para ver que “pescamos” en una nueva contienda electoral. Algo a lo que no estamos muy distantes los de la izquierda.
Recuperar esa visión por el Poder es vital en la izquierda, y es un principio que nos debe orientar ahora que se habla de prepararnos para ser gobierno. El gobierno y la incesante lucha por la conquista y la construcción del Poder es uno de los objetivos esenciales en la política de izquierda, es algo que no podemos obviar y menos negar.
No confundamos conceptos ni antepongamos objetivos, los dos se interrelacionan y se complementan cuando hay un proyecto histórico de transformación de la sociedad, pero su realización concreta sólo será posible cuando exista una vanguardia y una militancia que asuma esa visión de Poder del que ahora lamentablemente se carece. Son esos proyectos humanos, tan subjetivos por su forma y por su fondo los que movilizan y le dan dinamismo a una organización.
Recuperar esa visión de Poder pasa también por el rol de los liderazgos en la izquierda, liderazgos que no se han renovado y que esperan un pronto relevo; no sólo generacional.
Para nadie es un secreto que parte de la historia política de la izquierda en la última década ha estado caracterizada por una serie de derrotas políticas y electorales, las mismas que de una u otra manera han mellado en la voluntad y en la moral de la militancia de izquierda, y de quienes sin serlo, afirman y propugnan un nuevo proyecto político para el país.
De una u otra forma, las diversas dirigencias de izquierda han tratado de encubrir su derrota y su responsabilidad política “doblando la hoja” y sin siquiera hacer una autocrítica sincera que determine las causales del fracaso de la izquierda en los últimos años y que sirva ésta como un instrumento de sanción a los responsables de determinados procesos políticos.
Esto último es importante asumirlo y entenderlo en su real dimensión, porque se refiere al sentido ético y de responsabilidad política de los dirigentes de izquierda en relación a un colectivo, a un proyecto histórico para el país. Si existiera ese sentido ético y de responsabilidad en la política de izquierda, los líderes de estas organizaciones, que vienen con un amplio bagaje de derrotas acumuladas, ya hubieran dado un paso al costado y hubieran asumido nuevas responsabilidades en ese proyecto común, cual es el de luchar por la transformación de nuestra sociedad.
Lamentablemente en la izquierda y en general en la política nacional, no existe ni ha existido ese tipo de prácticas, tan común en otras sociedades. Lo importante en este caso es que empecemos por asumir la responsabilidad de nuestros actos políticos y las consecuencias que de ella derivan.
Si no entendemos esto, a la postre estaremos no sólo acumulando nuevas derrotas políticas y electorales, sino que estaremos acuñando en la militancia una cultura derrotista, una falta de visión por el poder y caeríamos en la formalidad de juntar diversas siglas de partidos para ver que “pescamos” en una nueva contienda electoral. Algo a lo que no estamos muy distantes los de la izquierda.
Recuperar esa visión por el Poder es vital en la izquierda, y es un principio que nos debe orientar ahora que se habla de prepararnos para ser gobierno. El gobierno y la incesante lucha por la conquista y la construcción del Poder es uno de los objetivos esenciales en la política de izquierda, es algo que no podemos obviar y menos negar.
No confundamos conceptos ni antepongamos objetivos, los dos se interrelacionan y se complementan cuando hay un proyecto histórico de transformación de la sociedad, pero su realización concreta sólo será posible cuando exista una vanguardia y una militancia que asuma esa visión de Poder del que ahora lamentablemente se carece. Son esos proyectos humanos, tan subjetivos por su forma y por su fondo los que movilizan y le dan dinamismo a una organización.
Recuperar esa visión de Poder pasa también por el rol de los liderazgos en la izquierda, liderazgos que no se han renovado y que esperan un pronto relevo; no sólo generacional.
(*) Periodista
Una de las míticas bandas de la movida limeña. Leuzemia y Daniel F son una leyenda del rock alternativo, hecho de compromiso y a fuerza de punche.
